“Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas y respuestas se encuentran en el perro.”
Franz Kafka
” Mis áridas pupilas tienen sed de ti”
Si lloraba, se quemaba.
Agatha recordó aquel día y sintió pesar ¡Hasta quiso llorar! inmediatamente tembló, se puso fría y salió corriendo. Estaba muy asustada. Mientras corría, se iba frotando los ojos con terror. Se vio las manos y se detuvo. Choreaban sangre. Se había roto los párpados de tanto presionarlos, desesperada por evitar lágrimas a costa de lo que fuese. Gimiendo, abrió la boca. Necesitaba que le entrara aire y bastante. A lo lejos <eso que suelen llamar el horizonte> le cayó encima con su pesado corazón anaranjado. Jirones de sol le lastimaban las delicadas pupilas. Se fue calmando, total ¿Qué podía hacer? Con la garganta árida comenzó a conjugar el verbo “haber” en el tiempo pretérito pluscuamperfecto, agregándole el suplicante “ojalá”, atado a una esperanza imposible. Se fue tranquilizando a medida que repetía “ojalá hubiese habido… ojalá hubiese habido…ojalá hubiese habido” ¿Qué exactamente? ¿Humildad?
Viajó hacia atrás. Lo retomó todo como si estuviese ocurriendo en ese instante. La vida, entonces, prometía. Se había graduado de veterinaria con honores. Su tesis de grado había sido revolucionaria, publicada y traducida en múltiples idiomas, pasando los complejos límites hacia otras áreas del conocimiento. Era famosa y feliz. Al culminar los estudios, regresó a casa con su familia, se encargó de la Hacienda, fue líder en su comunidad. Nada podía haber sido más perfecto, además, existía Indi en su vida, bello labrador dorado, carismático y tan inteligente ¿Cómo decirlo? ¿Casi humano? De hecho, fue la esencia de sus motivaciones cuando, en plena adolescencia, estaba evaluando qué estudios seguiría en la Universidad. La convivencia con su amada mascota había sido crucial en esa decisión ¡Sería Veterinaria! Y así lo hizo, pasión que convirtió en el objetivo de su vida. Su perro también estuvo presente al momento de escoger el tema de su tesis de grado “La dieta canina y la longevidad humana” ¡Cuánto aprendió de Indi! Siempre fue dueño de su lado puro, visión inocente de los más delicados sentires ¡Cuanto se equivocó! bueno, al menos, «él” nunca lo hizo.
Tantas remembranzas le partían el alma. Le invadía un dolor complejo/agudo/lacerante. Recordar a Indi era la parte más dura ¿Cómo no entendió lo que le decía? Es que lo único que le faltó fue hablar. Claro, desde el hoy hacia atrás, es fácil retomar las cosas, cuestionarlas, agudizar determinados eventos. Quizás esa sea la diferencia entre los verdaderos genios y los seres comunes y corrientes. Tuvo todas las evidencias y no fue capaz de comprender el simbólico lenguaje de su amado perro. Fue ciega, sorda y absurda, lo cual no es ninguna novedad, cuando se está sometido al ego y sus desmanes. No se ve la sustancia de nada cuando el encandilamiento del ego nos arrodilla.
Por aquel entonces y lo peor, es que los ojos le funcionaban muy bien. La piel le vibraba, el conocimiento adquirido estaba acabado de interiorizarse reflejándose en un porvenir brillante. Ciertamente lo que falló no fue su biología. El abismo quedaba resumido a su inmenso ego, elemento desencadenante de todas sus desgracias. He ahí al prosaico núcleo del enredo en sus ilimitadas magnitudes mentales. Si pensaba y razonaba, transmutaba en otra cosa a los sucesos. Que tonta. Pensaba, que pensar, era su mayor valor. Desde que la empresa “Deep oil Company INC” comenzó su trabajo en parte del inmenso terreno de la Hacienda familiar, permiso que por cierto, Agatha había otorgado en el supuesto beneficio de las propiedades familiares, la vanidad le impidió visualizar que a partir de ese preciso segundo, se había condenado absolutamente. El mal estaba hecho ¡Que arrogante fue! No lograba olvidar su convincente discurso ante los miembros de la comunidad en la idea de comprometer en el proyecto a toda la comarca.
–La llegada de esta empresa beneficiará a la totalidad del nosotros y a nuestro conjunto como pueblo. Debemos estar agradecidos de que nos hayan seleccionado en un plan de tanta envergadura: La fracturación hidráulica o fracking es una técnica de avanzada. Hace posible que se extraiga el denominado Gas de Esquisto. Es una clase de hidrocarburo ubicado a gran profundidad. Podría decirse, que está atrapado entre rocas. En el proceso y justo allí entra mi experiencia respecto al conocimiento del agua y sus infinitas ventajas. Vale recordar que mi Tesis de «La dieta canina y la longevidad humana” se sustenta entre otros aspectos, en la investigación exhaustiva del agua como componente incuestionable de la vida en su magnánima expresión. En el caso que nos ocupa a propósito de la presente reunión, el agua forma parte indiscutible de tan creativa investigación para extraer, lo que posteriormente, será energía vital y yo, felizmente, soy experta en el tema del agua. Si aceptamos la propuesta, al ser los primeros en hacerlo, seremos el ejemplo a seguir. Otras comunidades nos seguirán ¿Acaso el planeta funciona sin petróleo? Sin petróleo el pueblo no existiría, el mundo no existiría. No debemos tener miedo. Solo los osados ganan. El tiempo nos devolverá con creces lo que hoy sembremos con nuestras decisiones. Es comprensible tener dudas porque se trata de un método de vanguardia. Fíjense, si usan agua en el proceso no puede ser malo. El agua es vida. Respecto a la metodología, el proceso se suscita en determinado tipo de roca, la cual se encuentra en niveles muy profundos, tecnología que permite generar un tipo gas no convencional, más económico. Si consideramos que la humanidad entera vive del petróleo, toda acción o investigación que se realice, representará una gran oportunidad para todos, para el pueblo, la nación y ¿Por qué no decirlo? Para el futuro de la humanidad en su conjunto. Lo mejor que es disfrutaremos, solo por acceder, de los incontables beneficios que ese proyecto puede ofrecernos a corto, mediano y largo plazo y sin coste alguno para nosotros.
Sabía como impresionarlos, confiaban en ella plenamente animados por sus diversos reconocimientos. Le creyeron. Unánimemente dijeron que sí, todos menos Indi. Él, simplemente comenzó a enloquecer. Pasó de los instintivos juegos de perseguir aves, revolcarse en el prado y ladrarle a las tortugas, a pegar el hocico al suelo, aullar asustado e iracundo, olfatear el aire como un investigador buscando pistas. En determinados momentos, tipo tormenta, se paraba dos patas a vociferar horas y horas su desdén hacia las maquinarias y sus labores ¿Cómo no lo entendió? «Veterinaria famosa no comprendió a su propio perro». Así la cercenaron en los noticieros.
Fiel y consecuente a sus propias propuestas, Agatha había seguido al pie de la letra la dieta canina que tanto revuelo y dinero le había proporcionado: la alimentación canina vinculada a la dieta humana en medio de una simbiosis de comprobada relevancia. Proteínas y agua”, justo lo que necesitan los músculos para desarrollarse sin carbohidratos ¿Quién ha visto a un perro preparando pan? En ese sentido, determinó que el carbohidrato de las harinas procesadas cuya sentencia ha invadido a la alimentación humana, conjugaba la sustancia de las grandes enfermedades que acosaban a los humanos y por supuesto a los perros, aquellos domesticados por dueños adictos a las harinas, quienes consintiéndoles de mala manera, les alimentaban con dosis diarias de harina. El planeta se debatía entre comedores compulsivos, obesidad, diabetes y un sin fin de mortales dolencias. Irreconciliables polos estaban deformando y enfermando a millones y entonces ella, allí, aportando <tanto horror no existiría si actuáramos como los canes salvajes, corriendo, tomando mucha agua y comiendo proteínas. He ahí el secreto de la salud y la larga vida. Visto así. Nuevamente, centró la memoria en su perro, él simplemente sin saber leer ni escribir, intuyó rápidamente que algo andaba mal y mucho. Poseedor de poderosos y sensibles sensores en todo su impecable cuerpo, captó fácilmente las vibraciones subterráneas, el olor a gas, el compromiso del ambiente que le rodeaba, la traslúcida contaminación del agua. Sus células fueron más astutas que los estudios de Agatha, su tesis y fama internacional. Lleno de instintos infalibles, supo tasar el peligro aún cuando no se había manifestado. Con desgarrado sufrimiento, evocó sus especiales ojos amarillos, las miles veces que la vio detenidamente y la manera como le ladraba pero nada, ella jamás lo tomo en serio. Aunque lo amaba, pensaba: solo se trataba de un perro. Cada fractura hidráulica representaba una amenaza inmensa e Indi lo sabía, especialmente cuando le daban los ataques caninos de ansiedad. Agatha presumió que se debían a su condición de perro urbano, poco a poco retomaría su sustancia primigenia, disfrutaría de la libertad del campo, de su incuestionable grandeza y belleza. Era absurdo considerar que no se adaptaría, su naturaleza no combinaba con un apartamento. Ahora le ofrecía la virtud de espaciosos terrenos en la Hacienda. Laderas, ríos, montañas. Infinitud para correr sin parar, bañarse, sumergirse y beber hasta la saciedad, la pureza del agua de manantial, maravilla vinculada a la fantástica dieta de proteínas provenientes de otros animales igualmente libres. Estaba segura, que finalmente, se le despertaría la afinidad consigo mismo. Haría lo que hacen los perros cuando se les permite ser lo que son.
Agatha visualizó sus largos paseos con Indi, las innumerables veces que se bañaron en la represa, la misma que surtía de agua a los diferentes rincones de terreno, los sembradíos, el lar de los animales, al pueblo. No volvió a tomar tanta agua en un día como solía hacerlo en aquella época. Le encantaba saborear las burbujas que despedía el valioso líquido dentro del vaso. Cosas así no se ven en la ciudad ¿Cómo pudo ser tan bruta? chasqueó los dientes, apretó los labios. Vio todo otra vez. Se repetía la imagen completa en sus microscópicos detalles. Aquella tarde inolvidable.
Agatha se había dispuesto a preparar el almuerzo, le dijo a la señora encargada de las labores del hogar, Josefina, que se tomara libre el resto del día, que se fuera al pueblo a disfrutar un poco, ella cocinaría. Josefina se alegró y sonriendo, se retiró a ducharse, vestirse. Animada como estaba, dejó olvidado un cigarrillo encendido justo al borde del lavaplatos. Cuando Agatha abrió el grifo, el agua simplemente, explotó. Agatha comenzó a temblar, la impresión la tenía aturdida, no sabía qué hacer. Los ojos comenzaron a lagrimearle ¡Ese olor! mientras menos entendía más aguados se le ponían. Los párpados se le mojaban, le ardía parte del rostro. De pronto, las lágrimas se le incendiaron. Sus cuencas fueron dos chorros abiertos echando fuego como si se tratasen de dos dragones enfurecidos. Instintivamente, agarró un trapo, se estrujó el rostro y se apagó. Como pudo, metió la mano y cerró la llave del agua pero igual, el aire cercano quedó incendiándose un largo rato.
Hubo semanas de investigaciones, la policía vino. Los representantes del Estado con quienes tuvo tantas reuniones previas, se sacudieron el bulto y la culparon a ella: de lo que sea, haya sido o pueda ser. La compañía negó toda relación con esos hechos. Alegaron que su trabajo estaba supervisado con precisión y dirigido por profesionales y científicos de talla mundial. Si bien se trataba de un proyecto pionero, cada aspecto del procedimiento había sido y seguía siendo, supervisado segundo a segundo por genios acompañados con tecnología de punta. Aducían que el pueblo completo había firmado a conciencia y por unanimidad dirigidos por su representante, la reconocida profesional Agatha Montenegro, quien había sustentado públicamente frente a la comunidad su apoyo total a la empresa ejecutante. Sus voceros repetían sin cansarse: hay que estar claros, lo nuestro es el petróleo no el agua. Después de todo ¿No es ella la experta en agua? En sus manos está averiguar qué ha pasado.
Indi murió a los pocos meses. Agatha jamás pudo llorar su ausencia porque desde ese día, si lloraba, se quemaba.