Mágico. Imaginarte, imaginándome. Arrancándonos del alma fogonazos delirantes sin nada qué preguntar. Vacíos. Ahoguemos al silencio tras el pulso azul de esta noche prolonguemos al desvelo sitiándonos agónicos éter esculpiendo al Olimpo de Dioses irreverentes. De incontrolables mareas emergentes versos tallan templos impredecibles insensata revelación acunando al cenit del cataclismo. Tan envolventes. En las manos de tus ojos me veo latir intensa sutileza goteándonos anárquicos. Libres. Un eco lejano nos acerca. Volemos poderosos abracemos a la muerte que renace duda absoluta rozando a la relativa eternidad.
Preámbulo del tiempo. Capítulos dispersos pasos rociando al preludio de la noche. El espíritu y el cuerpo la razón y el sentimiento el individuo versus el ser social. —¿Cómo compaginar tanta confusión si cada paradigma es abstracto respecto al todo qué somos o al quién deberíamos ser, suponiendo cumplido el “privilegio” de haber sido lo suficientemente amaestrados al punto de encajar perfectamente en la mueca del vacío?— Hay más. La enardecida silueta del éter que nos alucina <implorando, suplicando…> que no bebamos al incendio venenoso que fusila enajenado ejército mutilando a las luciérnagas. De fango, sombra y crisálida. Instantes escapan fábulas buscando moralejas. La mente y sus recovecos. Derramados episodios químicos conjeturas de preguntas enredadas en la inconsciencia. Como un sueño sutil nos descubre el alba y la virtud de la vida se despierta. Veinticuatro horas emergen de múltiples cavernas latidos renovados apañados al mismo corazón músculo de emociones arañándonos el pecho anhelando que cada pulsación valga la pena. Una lluvia de fósiles ha endurecido a la madrugada y en sus pupilas de roca no germina nada. —¿Por qué la ácida fragancia de la mentira prevalece acribillando a las más radiantes esquinas?— Introspección. Somos islas. Hemos creado una humanidad hedonista, narcisista, agujereada contrato social tan atractivo como repugnante. Pensamientos eunucos van protegiendo al harem de los cráneos sin hervor náufragos desesperados por pertenecer a cualquier ”…ismo” a cualquier horda a cualquier capricho. Escuálidas pendientes sensaciones reptiles aullidos anulándonos la flama zigzagueo evasivo de corrompidos espejismos. Estamos solos. Esa es la gran verdad y debería ser gratificante. —¿Acaso la realidad que circunda tan repleta de seres significa qué existe una iluminada cofradía, valiente, valiosa?— Las mismas veinticuatro horas hormiguean en las manos cubiertas de tan indescriptible escalofrío. Si desvistiéramos a la ceguera ningún segundo se nos moriría gritando
Estas allí penetrando inquisiciones farola sin luz iluminando a tus espantos y me llora verte escribiendo fusilada mirada ciega esculpiendo estalactitas. Tus dedos empuñan a la palabra con el mismo desespero que el moribundo imagina su epitafio y te saltan cavernas por los poros y te suda la intoxicada aducción de tus entrañas addictus de infinitas deudas que jamás prescriben noche de feto sin sangre que lo amamante. Te recubres con mortajas. Desnudas al sudario de tu pena mortuoria caravana delirando deformidad encorvándote tan eterna cicatriz. Del ataúd alado emerges elevándote profundo vuelas arañando al subsuelo sublime tierra sacra donde tu corazón palpita ametrallado. Te besas la calidez de su frente eterna y en sus latidos de cristal se miran tus ojos niños. La madrugada te enmaraña. Encarcelado gime tu silencio la verdad te hierve en las venas sobresaliente cúspide de desbocadas vertientes rubor de heladas llamaradas. En los gritos de tu piel se erigen templos pagana procesión cosiéndote sin fe al oráculo del viento. Transmutas a tifón girando sin moverte conversas con la nada que esconden las esquinas seres invisibles susurrando dentelladas traslúcidos compañeros de condena.
Los pasos de la vida enrojecen amarillentas espadas de enlodados espejismos. Nevada inquisitoria de punzantes preguntas peldaños de respuestas irresolutas. Las huellas del tiempo se hunden en la nieve la noche congela sus pupilas y las manos se abrazan desesperadamente anhelando al calor que las olvida. Mirando al ayer el pensamiento se deshoja clandestina morada de revueltas emociones convergencia desigual entre la razón y sus cancerberos y el alma furibunda defendiendo jirón a dentellada a la rebeldía del sentimiento. Llanto, flama, bifurcaciones. Mis paladines, sus hojarascas, el sueño intoxicado de aquellos prados libro de iracundas revelaciones ventanal a mis profundos adentros. Sumida en un presente inaprensible me corroen verbos sin conjugarse tan fría lapida de pesadillas origen y consecuencia verdad del goteo que me desangra. Me incinera un hervor inabarcable. Minúsculos seres sin nombre disfrutan atizando mi guerra civil ejércitos páganos pisoteando mis tan amadas tierras virtuosas. Sin bosque, sin fe, sin paraíso. Emerjo de cada poro hermana de las mil mujeres que habitan madre luchando a verso partido la supervivencia de mi ser entero. La musa y su osamenta cristalina la niña con su traje de inocencia la adolescencia poderosa de osadía incuestionable la poetisa enardecida quemándome la boca músculo latiendo al centurión de mis cimientos. Quizás perdida absoluta y abstracta extracto de los pedazos que me persiguen duda desnuda de mis espejos. El firmamento me gime su dolor me amamanta. Soy el presagio oráculo del silencio heroína protectora de mis enmudecidos alaridos. Me deambulan inconsciencias amordazadas volcanes temblándome Cíclopes de ojos multiplicándose. Intuyo su exigencia suplicante dantesca premonición de sus agonías batalla de luciérnagas y penumbras. Es la fragancia liberadora contradictoria efervescencia del sí mismo sin relativos.
En tan ingrávidos pensamientos elucubraciones errantes se enamoran vibran, elaboran cofradías, sombras de luz.
De lo líquido a lo aéreo de lo táctil a lo etéreo ideas nómadas aran en silencio aves febriles instaurando al poderío ferviente iracunda batalla contra la ceguera.
Pocas libertades nos quedan y el tiempo no es una.
—¿Morir sin haber rozado al magma del sí mismo, su libre albedrío, sentir al hervor sin cadenas, al dolor sin artificio, al amor sin relativos?—
El edén de la mente y su maná confuso del arte, su magia inexplicable cráneo de escafandra protegiendo al vigor supremo esperma y vientre procreando al verso andrógino del profundo delirio.
Amarse frenéticamente ante el nada es inocuo y el todo perfecto.
TOTALIDAD
Te necesito anárquico vulnerable y desgarrado puro y contaminado. Haz de mi garganta el paraíso de tu boca anula al mundo toca fondo y derrótalo. Desahucia a la frialdad agudeza esmerilada del raciocinio y colmado de preámbulos reconstrúyeme en tu cúspide erguida emoción de mi agonía. Cercenemos sin piedad al cadalso que condena injuriemos al reloj de los espejos muertos. Sobre la desnudez de la noche inventémonos de nuevo atándonos al ahogo de las venas que revientan. Me derramo en tus ojos. Soy tu pupila viéndome alucinar dentro de tu sed, exploto, devorándote cada desvarío hasta dejarte vacío de todo tus todos. Somos la premonición de un tiempo que no culmina historia sin ayer y sin destino instante de alegorías envolvente alma del corazón. Del preludio único bebamos el éxtasis de la inmortalidad. Intuitivos y grandiosos pájaros enloquecidos volando la infinitud. Del péndulo iluminado tu eternidad.
El prado de la noche. Ciénaga cernida del inconsciente sudario sudándose a la muerte ataúd de rocas su cadalso. Duerme el mundo su condenatoria vileza la indiferencia descansa yace el pensamiento tembloroso escozor del silencio. Aúllan bocas destrozadas delirantes gargantas respiran mecánicamente reos mutilados atados a la onírica instancia introspectiva. El invierno asusta al desvalido. Su raquítica osamenta faz aterrada del olvido tez ausente de destino. Gotean bocanadas inertes pululan pupilas su hiel. Solitarios niños gimen la daga del miedo los atormenta y la inocencia, es la más espantosa puñalada les despedaza la pureza abandonándolos sin alma y sin paraíso. El cielo pesa su propia oscuridad talla lloviznas de hielo implacable verdugo de grados bajos centígrados centuriones decapitando al calor de los poros sin piel. Desértico. Nadie llora por el perdido. Es una incómoda mancha ensuciando al asfalto esquina de basura despreciada jirón invisible al corazón de los sueños reverdecidos. La madrugada se escinde. Las alas de la esperanza en cadena perpetúa el horror va esculpiendo eslabones resaca infectada de dolor profundo sufrimiento ajeno del prójimo sin fe. Vuela una plegaria pagana al Dios enceguecido paño ensangrentado manto de lágrimas niñas. Momento de mortaja laberinto sin salida cortante acantilado que nada ve.
Retorno al firmamento
de tus ojos de flama
levito la desnudez
de sus pupilas
fondo de espejismos
absorbiéndome entera
pulsar del eco profundo
que me delira.
Del pensamiento vacío
brota tu piel de cúspide
irreverente cenit
de mirada fija
silueta de mareas y magma
estallido de mi agonía.
Me talla tu espalda sinuosa
voracidad implacable
tu sed por mis tormentas
éxtasis, apocalíptico, alucinante.
Tus manos recorren
cada suspiro
inventando un nombre
para mi boca
llovizna de pájaros enloquecidos
lar de intensidad
tu poesía.
Impregnados del núcleo
incinerado
vuelo sempiterno
desgarrando al silencio
de las voces encendidas.
La emoción inagotable
nos esculpe
tu paraiso tan erguido
la victoriosa humedad
de todas mis vertientes.
Sublime.
Del instante eterno
flotamos la infinitud.
Somos aves grandiosas
poetizándonos
la gloria.
Cambiaron todas las preguntas pero exigen que sigamos razonando con las mismas respuestas <idénticos comportamientos…> Exactos en un mundo en plena transformación. La locura es la Nueva Normalidad. —¿Aceptarlo sin cuestionar no nos hace psicóticos?—
No es tiempo de celebrar a lo absurdo en la garganta de la metamorfosis o de aceptar sumisamente a las dádivas de gel entregadas tal limosnas por proclamas manchadas. Llegó la hora de saltar al vacío de invitar a la verdad al salón de los espejos de mirar al borde del infierno de abrazarse a los pájaros del alma tras la bellísima bocanada libertaria. El reloj se ha detenido ha observarnos delirar como si hubiésemos cometido un sacrilegio y el inevitable cataclismo ha tendido sobre nosotros el brocado lastimado de tan inmerecida pesadilla. La guadaña de la ceguera viene implacable decapitando a las alas de la grandeza volcán que nos colmó de estrellas inmensas con tanto amor y tanto fuego. Ya ha no queda tiempo para perder… Fuimos pedazos inocentes vagando sobre el lago de las quimeras y llenos de siempre el subsuelo del nunca nos está arrebatando la antología etérea el líquido aéreo la palabra perfecta. Este atroz segundo es una guillotina cercenando a la hilera de los ¡Si! estandarte negado <per se…> que hoy nos ha dejado desnudos de esperanza. Mis manos persiguen al corazón del verbo acosan a los tildes en la ventana de la hecatombe. Susurro al Dios de las causas perdidas grito iracunda rebelada ante la injusticia y luego, me veo caer gimiendo mi dolor de patíbulo. Quedo suspendida enceguecida fracturada y desolada impotente entre el dolor que se pega a mi pupila y la guillotina que está destrozando la seda de mis mariposas. El rumor de la noche ha quitado todas las vendas y los ecos que pendían en la voz de las crisálidas exigen que corramos hasta abrir la puerta del no retorno. ¡Qué todo cambie! Basta de permitir que asesinen a las luciérnagas que pateen a los haiku que bordamos entre esferas incandescentes. Rechacemos a este universo prestado cuyas espadas se alimentan del hálito de nuestros sueños. Desgarrada agoniza la madrugada. Es una matriz luchadora defendiéndose a dentelladas contra la violencia imperturbable de la nada.
Envolvente. Alucinaciones en tus manos elaborado cenit de metáforas efervescentes voracidad del poema sediento atándome al hervor de tu espalda. La noche nos revela incinerados. En su creación ferviente la madrugada nos halla delirando y sin pensamiento ninguno atizo flamas en los lagos de tus ojos éxtasis volátil de silencios conmovidos. Desplegamos ahogos que nos vuelan evaporaciones tangibles intensidad de amarnos sin medida y sin mesura hasta alcanzar la cúspide donde se derrama la locura. Corremos físicos y etéreos hilvanamos vahídos turbados latidos que nos nombran infinitos. Adherida a tu piel mi destino es tu alma.
Fue una lumbre sin gatillo manipulada suavidad iracunda dardo arando sombras en las cuencas que adosaban tus manos limpias prehistoria de sueños niños desmembrados en la centrífuga de la educación ciega. De la incongruencia, hilvanaron simulacros —¡Es que es por tu bien!— … y tus ojos incomprendidos masticándose ese fango deformada libertad primigenia llorando a los minúsculos pies de tu inocencia. Es tu pre infancia cuando no sabías nada pero tu alma de éter presentía que mucho se moría <segundo a minuto…> en los congelados silencios de tu madre. La flor que esculpiste <amor a pistilo…> dorada y perfecta hilando praderas de espuma mundos intocables perfecciones tan cristalinas <alas, colmenas, halos, amigos invisibles…>. Fue tu escudo contra el nepotismo autocracia excluyéndote de tu propia vida. A veces reaparece. Regresa intacta su belleza <la flor de papel y sus abrazos…> ¡Hermosa! …y al despertar no entiendes qué hacía allí revuelta entre esas pesadillas repetitivas campo de batalla bebiéndose al sudor de la madrugada. Desde el lago profundo de la inconsciencia aletea como un cisne de nácar enfrentando a los grises escenario de fantasmas elaborando siluetas oníricas tan impredecibles como inabarcables fulgor su espiga poderosa adherida al tallo de sus abanicos. El cadalso del despertar… Gime el cuerpo va levantando al músculo domesticado obligación de caminarse nuevamente a la densa pesadumbre social. Ya no quieres más. Prefieres ser la gota que corre lagrima perdida e irreverente virtud besando a la sangre delirio radioactivo tallándote solitaria pero erguida. Aquella flor de papel.